domingo, 3 de junio de 2007

Hugo Acevedo, La República

El hombre numerado

En la terrible soledad de las implacables cárceles de la dictadura que asoló a nuestro Uruguay, el supremo desafío de supervivencia era conservar la cordura, condición indispensable para fortalecer el espíritu y restaurar la esperanza de emerger de la pesadilla.

En "El hombre numerado", el escritor uruguayo Marcelo Estefanell reconstruye su angustiosa peripecia vital en los opresivos calabozos del gobierno autoritario.
Mediante este extenso ejercicio de memoria, el autor recrea su claustrofóbica experiencia de reclusión, a través de numerosos relatos independientes, que discurren entre el testimonio y la vivencia personal.
Pese a que se trata de una obra eminentemente autobiográfica, abundan los personajes reales que compartieron la prisión con el protagonista.
El escritor reconstruye sus trece años de historia de confinamiento, mediante elocuentes imágenes que retratan diversos aspectos de la vida cotidiana en el inmenso campo de concentración del penal de Libertad.
Contrariamente a lo que ha sido habitual en la literatura que exhuma los tiempos más oscuros de nuestro pasado reciente, Marcelo Estefanell apela al humor para exorcizar los fantasmas del drama de la soledad que muta en angustia.
Aunque "El hombre numerado" es sin dudas una obra personal e intimista, el retrato de la realidad transmite sensaciones que, por su indudable universalidad, pueden ser adecuadamente interpretadas por el lector.
En este caso, los presos políticos, que en su gran mayoría eran naturalmente guerrilleros, son habitantes de un mundo paralelo, aislado y descontextualizado de la realidad.
Aunque el pasado suele colonizar recurrentemente el presente, en estos relatos el afuera es siempre un territorio ajeno a la cotidianidad de los presos, que soportan estoicamente las infrahumanas condiciones de encierro.
Ese segundo piso reservado únicamente a los reclusos que no gozan del privilegio de compartir una celda con un compañero de lucha, se transforma – a la sazón- en una suerte de metáfora del purgatorio.
Todo transcurre detrás de esos grises muros e inmensas torretas, desde las cuales, soldados armados a guerra, custodian el espacio y las dependencias carcelarias.
Allí, un frío número de registro borra la identidad de los presos, transformados en una desolada y desoladora multitud devastada por el dolor físico y emocional de la tortura y la humillación.
Las testas rapadas a cero y los monocromáticos uniformes completan el cuadro desgarrante de la aparente pérdida de humanidad. Sin embargo, debajo de esa superficie de desesperanza, subyace la solidaridad y la utopía del ansiado retorno a la vida plena.
Los barrotes son inexpugnables fronteras aislantes, que sólo la imaginación originada en una inveterada fortaleza espiritual puede traspasar.
Si bien por momentos es presentado en su más contundente crudeza, el calvario encuentra su cauce de humanidad en la mirada frecuentemente irónica de un autor de fina sensibilidad literaria.
Aun cuando las narraciones evocan diversas vivencias del escritor y hasta pueden ser leídas sin un orden predeterminado, igualmente se aprecia una suerte de cronología vertebral que va marcando el rumbo cardinal de la obra.
Esa relativa temporalidad coadyuva a la interpretación de algunos acontecimientos históricos, que suceden más allá del mero espacio físico del penal.
Sin embargo, en todos los casos, lo primordial es siempre la percepción que aporta Marcelo Estefanell en torno a lo que realmente está sucediendo.
El termómetro literario del autor registra las diferentes temperaturas del interior de la cárcel, las cuales siempre coinciden con cruciales acontecimientos que sucedieron en ese gran teatro de conflictos que otrora fue nuestro Uruguay.
Narrada en primera persona, la experiencia de prisión de Marcelo Estefanell, que llegó al penal de Libertad cuando tenía apenas 21 años de edad, transcurre ante los ojos del lector como si fuera una cinta cinematográfica.
El escritor posee un afinado poder de descripción, que le permite reconstruir las situaciones y personajes que otorgan vida a esas historias reales.
A diferencia de otras obras precedentes del género testimonial, el narrador no se limita sólo a la evocación de sus compañeros de suplicio. También otorga un particular protagonismo a varios de los carceleros, mediante una mirada sardónicamente despiadada.
Abundan también naturalmente las situaciones humorísticas, como la confusión que originó el traslado del propio Estefanell a la ciudad de Libertad, donde un juez de paz le aguardaba para casarlo.
Todo se debió naturalmente a un mal entendido, ya que los soldados se equivocaron de preso. El error fue corregido a tiempo, por lo cual el protagonista regresó soltero a la soledad de su celda.
La comparecencia de Marcelo Estefanell frente al tribunal militar que emitió sentencia en torno a su caso, propone también algunas aristas cargadas de humor e ironía.
El discurso del recluso, que en esa oportunidad reafirmó su compromiso con la guerrilla en un tono bastante desenfadado y cargado de guiños literarios, provocó la furia y el desconcierto del inefable Federico Silva Ledesma. En esa oportunidad, el inquisidor uniformado afirmó que el acusado era "irrecuperable".
No menos gracioso resulta el episodio de la encuesta realizada por un colaborador al protagonista, durante el denominado "Año de la Orientalidad". Algunas de las respuestas, por lo insólitas e imaginativas, corroboran el agudo sentido del humor que por entonces ya cultivaba Marcelo Estefanell.
Sin embargo, lo primordial son siempre las vivencias que el autor compartió con otros compañeros de lucha y de calvario, muchos de los cuales fueron referentes del MLN.
Uno de los relatos sin dudas más conmovedores es el que refiere al líder histórico tupamaro Raúl Sendic, quien convalecía de la grave herida padecida durante su captura.
La evocación del encuentro entre Estefanell y el entrañable "Bebe" nos permite corroborar la indudable valentía y entereza física y espiritual del emblemático combatiente.
Hay obviamente abundantes referencias a otras figuras del Movimiento de Liberación Nacional que fueron alojados en el establecimiento carcelario militar, en todos los casos bajo estrictas medidas de seguridad.
Aunque sólo esporádicamente menciona las terribles torturas y apremios físicos a los cuales eran sometidos los presos políticos, Marcelo Estafanell no soslaya referencias explícitas a la pesadilla de la locura que se apropió de varios reclusos, que fueron emocionalmente aniquilados por los carceleros.
Mediante una mirada que abarca inusuales facetas del calvario, el narrador recuerda la repercusión de cruciales episodios que sucedieron durante la dictadura, como los asesinados de Soca, la toma de nueve dirigentes tupamaros como rehenes por parte del gobierno autoritario, el martirologio de Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, el plebiscito de 1980, el voto en blanco en las elecciones internas de 1982, el multitudinario acto del 1º de mayo de 1983 e incluso la final del mundialito de fútbol en la cual la selección celeste derrotó a la de Brasil.
Obviamente, la evocación del momento de la liberación y el regreso a los seres queridos luego de la prolongada ausencia, comporta otro de los episodios más impactantes y conmovedores.
En este libro autobiográfico, Marcelo Estefanell reinventa la historia reciente desde una mirada muy personal, que apunta a reconstruir su experiencia de reclusión y las de otros 2.872 presos políticos que permanecieron privados de su libertad durante la dictadura.
Aunque no soslaya obviamente los momentos más crudos de esa pesadilla de encierro, tortura, crueldad y barbarie, el autor prefiere abordar facetas no tan frecuentadas en el discurso testimonial.
En ese contexto, abunda en la minuciosa descripción de numerosos personajes con los cuales compartió el calvario, en una suerte de relevamiento de psicologías individuales y comportamientos colectivos.
También analiza las diversas estrategias de supervivencia a las cuales debió apelar en reclusión, con el propósito de conservar la cordura y la esperanza de emerger del infierno del encierro y la violencia de los implacables carceleros.
Marcelo Estefanell ensaya una elocuente reflexión sobre los límites de la tolerancia física y emocional, la resistencia a la prepotencia, la barbarie del autoritarismo liberticida y el compromiso ético de los presos políticos que, aún en condiciones infrahumanas, se mantuvieron fieles a sus más acendradas convicciones ideológicas."El hombre numerado" es una mixtura entre el relato novelado y el ensayo, que aporta un nuevo y esclarecedor testimonio sobre los tiempos más oscuros de nuestra historia reciente.
(Edición de Aguilar)