viernes, 19 de octubre de 2007

De Claudia Amengual

Acabo de terminar tu hombre numerado, Marcelo. Lo que diga va a quedar muy chiquito, pero algo quiero decir. Ya te habrán comentado que es un libro entrañable, cálido, pero sobre todo, es un libro valiente. Pudiste haber elegido el camino de la victimización —que era legítimo, por otra parte—, pero preferiste el camino de la ternura. A mí me conmueve eso. Me conmueve y me interpela que, con derecho al resentimiento y a la revancha, optes por el amor. Pero no un amor boludo, eh, sino un amor inteligente, con polenta, el mismo que te recibió en los brazos de tu familia cuando saliste y el que vos elegiste
para seguir adelante; amor por la vida, se le llama, con todo lo hermoso y triste que tiene. ¿O será pasión?

Claro que me emocionó el final, cómo no iba a tocarme, pero ¿me creerás si te digo que se me apretó el alma cuando aquellos bestias rompieron a garrotazos el nido con los pichones? Andá a saber por qué entre tanto horror me emocionaste
con eso. Quizá porque de esas cosas chiquitas está hecho también el aguante. Y quizá no fue sólo por vos y por las palomas, sino por los tipos que se perdían la belleza de ese momento, que no entendían nada. Por todos, Marcelo, creo que
me puse triste por todos. Porque esas goriladas siguen pasando,lamentablemente, con cada falta de sensibilidad, con cada atropello a los derechos; todavía hay mucho por hacer.

Ni te digo cuando hablabas de los libros, y de los textos propios que te robaron. Sin embargo, nunca lo que uno escribe es palabra perdida. Al menos, sirve para aflojar la mano y adelantar en el oficio. Pero, de todos modos, ¡qué
ultraje! Dejame contarte que no he podido entrarle a Joyce y que "Las palmeras salvajes" me superaron. Seguro que no estoy pronta, todavía. Ya me ha pasado con otros textos. "Rayuela", por ejemplo, que alguna vez cerré con mal humor y
ahora es mi libro adorado. A mí también me salvan la escritura y la lectura; sin duda que me salvan.

Nada más, Marcelo. Me alegro tanto de haberte leído, y de conocerte. Gracias por todo; también por haber querido un país mejor (que también era para mí y para mis hijas) y haber pagado con años de tu vida por eso. Gracias, porque, en el error o en el acierto, no te quedaste en la retórica y le pusiste el cuerpo a las ideas. Yo no sé si sería capaz de tanto, de verdad no lo sé. Aunque supongo que sí, que si hubiera tenido edad suficiente en aquel momento, habría resistido de algún modo. No entiendo la vida sin libertad. Y la honestidad, me refiero a la honestidad de vivir de acuerdo con las propias ideas, es el valor
que más aprecio, y de eso hago cuestión, aunque a veces (salvando las distancias) también me salga caro. Gracias por todo.

Beso.

Claudia

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