(…) En algún lugar de este libro se dice de la necesidad de activar estrategias de supervivencia como la de, por ejemplo, sostener ante las jerarquías del penal una mirada neutra que no incurra en desafíos peligrosos pero preserve la dignidad: “la mirada de los presos”, la llama el autor. También el relato tiene una estrategia análoga para, sin faltar a la verdad, ser capaz de mantener a raya la queja, lo ominoso, incluso la política. Si explícitamente se avisa desde el prólogo que la tortura está excluida, a cada paso, y en asuntos menos evidentes y más sutiles, hay una lúcida conciencia que va pautando infinitas elecciones que son textuales, pero también éticas y psicológicas. (…). Esas decisiones van construyendo una versión controlada que aspira a rescatar el valor de la vida. Y lo consigue.
Y así recupera la dignidad arrebatada. La crónica de lo vivido desmiente algo que no sólo fue designio de los represores sino convencimiento de todos: que los años de cárcel son vida perdida, años, los mejores años robados. Contra esa dolida resignación los testimonios de los presos han ido construyendo una mirada alternativa que revalora la experiencia carcelaria. (…) Estefanell rescata la más tangible capacidad de felicidad que pudo existir una vez y otra en condiciones que la harían impensable, cuando la locura o la desesperación acechan a cada paso.
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